En pintura Bruzzone nos ofrece una triple lección


Con frecuencia la palabra “maestro” es utilizada con ligereza por los compradores en las galerías para dirigirse a aquel pintor, que bien o mal ayudará a decorar un living. Con menos frecuencia, la palabra “maestro” es utilizada por nuestros pintores (y cuando digo nuestros me estoy refiriendo a los marplatenses) para hacer referencia a aquellos que los han guiado por el camino de la creación artística, digamos Spilimbergo, Urruchúa, Supisiche, etc.
¿Cómo utilizar esta palabra gastada en su significado para referirnos a “nuestro” Bruzzone, el que eligió la quietud cercana a la tierra y el mar, el que nos eligió para construir en Mar del Plata su refugio?
Habría que redefinir esa palabra y decir que “maestro” es aquel que enseña a los espectadores a entrar a una galería: con el corazón y los ojos muy abiertos dejando que los colores, las formas y las figuras se metan lentamente en nosotros y sean nuestros para siempre. El que nos muestra que la importancia de la pintura no pasa por el objeto “objeto”, sino por el tratamiento que del mismo hace el artista: un ente vulgar es elevado al plano estético, recortado de su cotidianeidad, y así se transforma en ayuda para que el espectador pueda redescubrir el valor de las cosas de todos los días, pueda aprender a mirar el hecho artístico en su entorno más próximo. Por eso Bruzzone, el actual me recuerda el “sencillismo” de Baldomero Fernández Moreno y algunas poesías de Neruda.
Maestro es aquel que, a los que tímida o respetuosamente o no, incursionamos en la pintura, nos dice cómo hacer para que un amarillo brille como un sol junto a un azul, cómo los blancos pueden encandilar junto a un castaño, cómo se puede hacer brotar luz de una taza, o cómo una mujer sentada puede bailar una armoniosa danza sin moverse. Cómo hacer que las dos dimensiones de un cuadro se transformen en tres y una botella o una hortaliza cobren volumen y parezcan venir a nuestro encuentro. Bruzzone es un maestro porque nos dice que su obra es fruto del trabajo del tiempo y de tiempo de trabajo y que lo mostrado es lo decantado por el tiempo, lo a punto para ser mostrado, aquello que no admite una pincelada más y que incluye también todo lo que no se muestra pero fue necesario para llegar a este momento.
Maestro es aquel que nos cuenta cómo se puede renacer después de unos años de no vida, cómo se puede pasar de una paleta austera y grave a la luz y al color vibrante expresión de la alegría de estar vivo, aferrándose a lo elemental, sintiendo que la vida es siempre generosa, que nos da más y más si sabemos pedir y no somos pretenciosos.
Maestro es aquel que vive una vida de permanente entrega: entrega tierna en dulces desnudos femeninos, entrega rotunda en frutas de negros contornos, entrega comprometida en el homenaje a la maestra argentina, entrega pródiga en el óleo trabajado voluptuosamente.
Después de asistir a esta triple lección ya no seremos los mismos, algo ha cambiado en nosotros, y veremos las cosas de otra manera ¿No está así cumplida la función del maestro?
Bruzzone expone en Solla, Falucho 2325 hasta el 9 de febrero.
Adela Maggi


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